Todos los años celebramos el aniversario de la Revolución Mexicana, y
se recuerda a Emiliano Zapata, Pancho Villa, Salvador Alvarado, entre
otros. Sin embargo, a la contribución de las mujeres, en este movimiento
armado, no se le ha otorgado la suficiente importancia.
En la
Revolución, iniciada en 1910, las mujeres tuvieron una participación
tan importante como ejemplar por su abnegación y valentía. Por lo tanto
es importante, reconocer la labor de tantas heroínas que contribuyeron a
crear el actual orden social.
Las mujeres se incorporaron en los distintos grupos revolucionarios, participando de diversas maneras:
Eran las encargadas de las tareas domésticas, “pero en condiciones más
adversas por la guerra que se libraba; peregrinando de un lugar a otro,
pernoctando en los campamentos improvisados; se ocuparon no sólo de
alimentar a la tropa, lavar la ropa y cuidar a los hijos, sino también
de atender a los heridos, servir de correos y brindar compañía sexual a
sus hombres".
Cabría subrayar, sin embargo, que además de realizar
las faenas domésticas desempeñaron tareas de mayor riesgo. Un informante
relata: "Las mujeres que seguían a Pancho Villa tenían mucho corazón y
mucho valor, eran espías en los campamentos federales, se hacían pasar
como vendedoras, la tropa les decía Marías, así ellas se fijaban en las
trincheras, en el armamento, escuchaban de los movimientos y luego iban
e informaban al general Villa". (Tuñon, 2005).
Muchas mujeres
participaron como combatientes en las batallas, algunas ocupando el
lugar del marido muerto -heredando incluso el grado militar- lograron
ganarse el respeto de sus subordinados. Se tiene conocimiento de varias
mujeres que llegaron a ser Coronelas, que es un grado militar muy
elevado. Una de ellas fue María Chavarría, cuya foto podemos ver en la
imagen número 1.
La investigadora Julia Tuñon, en su libro Mujeres
en México. Recordando una historia, plantea que las mujeres en la
revolución mexicana actuaron más allá del imaginario que pretende ver
solamente a una moza valiente que seguía a la tropa, enamorada locamente
del sargento, como describe la popular canción La Adelita:
“Popular entre la tropa era Adelita
La mujer que el sargento idolatraba
Pues a más de ser valiente era bonita
Y hasta el mismo coronel la respetaba”
Esta autora señala que sin duda las soldaderas se ganaron el respeto por méritos propios.
Tomasa García, una mujer que participó en la Revolución mexicana platica:
"A todas nos decían adelitas, pero la mera Adelita era de Ciudad Juárez
... ella decía: ¡Órale! Éntrenle y el que tenga miedo que se quede a
cocer frijoles! ... Éramos muchas: la Petra, la Soledad, la Juana... y
la mayoría sí servíamos para combatir".
Los papeles, aunque
definidos ancestralmente, fueron trastocados en la Revolución, nuevas
formas de relación se establecen entre hombres y mujeres, se rompen
esquemas que habían imperado como norma de conducta. Por ejemplo la
fidelidad, pues aunque por lo general cada mujer era la compañera de un
solo hombre, en caso de que éste muriera, ella buscaba y encontraba otra
pareja.
Tomasa García, agrega:
“Entonces había la Marieta., ella servía para traer a toda la tropa de cabeza, ¡muy enamorada!”
No obstante, el cambio no podía ser automático, y muchos de los
rituales de conducta y de cortejo persistían”. Por ejemplo, en una
canción a Marieta se le aconsejaba:
Marieta no seas coqueta
Porque los hombres son muy malos
Prometen muchos regalos
Y lo que dan son puros palos
Tuñón señala que “aún en medio de esta violencia masculina, el hombre
parecía más capaz de mostrar su dependencia afectiva, quizá por que la
cercanía de la muerte lo hacía menos apegado a su estereotipo de macho”.
Por lo tanto podía cantar:
Si Adelita se fuera con otro
La seguiría por tierra y por mar
Si por mar en un buque de guerra
Si por tierra en un tren militar
“El tampoco podía ofrecer la seguridad de un ámbito privado, y si, en cambio, la zozobra”:
y si acaso yo muero en campaña
y mi cadáver lo van a sepultar
Adelita por Dios te lo ruego
Que con tus lágrimas me vayas a llorar
La mujer tuvo entonces la opción de ser algo más que la novia pura y
santa, la madre o la esposa tradicional. El historiador Frederick
Turner, en su artículo “Los efectos de la participación femenina en la
Revolución de 1910” señala que “la mujer ganó reconocimiento como
compañera, consorte y pareja”
Julia Tuñón plantea que “la Revolución
incorporó a las mujeres a la vida publica brutalmente, en la
experiencia límite de una guerra civil. Las orilló a participar en roles
en el que ellas debían tomar decisiones”: participaron como
transportistas de armas y municiones, espías, contrabandistas,
despachadoras de trenes, telegrafistas, enfermeras, farmacéuticas,
empleadas de oficina, reporteras, editoras de periódicos, mujeres de
negocios y maestras. Su Participación fue tan importante, que incluso
redactaron planes y manifiestos, por ejemplo Dolores Jiménez y Muro
redactó el Plan Político Social contra Porfirio Díaz en 1911. Otras
mujeres plantearon demandas, que fueron incorporadas en las nuevas
legislaciones y otras, incluso, llevadas a la práctica. La ley del
divorcio con disolución de vínculo expedida por Venustiano Carranza en
diciembre de 1914, la Ley del Matrimonio que decretó Emiliano Zapata en
1915, y la Ley sobre Relaciones Familiares, expedida también por el
gobierno de Carranza en abril de 1917, son algunos ejemplos.
Hace
seis años se celebró el primer centenario del inició de la Revolución
Mexicana, y sería muy importante que se le rindiera homenaje a tantas
heroínas que han permanecido en la sombra. Si en verdad queremos una
sociedad donde prevalezca la equidad de géneros, debemos comenzar por
reconocer el papel tan importante que las mujeres desempeñaron en este
movimiento bélico trascendente en la historia de nuestro país.
Articulo de divulgación del Dr. José Gamboa Cetina, profesor
investigador titular "C" del Centro INAH Yucatán, publicado
originalmente en la revista Laura, en octubre de 2015.
